“Sólo
pruébalo una vez —un árbol, o al menos una porción considerable de cielo, que
puede verse desde cualquier lugar. Ni siquiera tiene que ser un cielo azul; de
alguna u otra manera la luz del Sol siempre se hace sentir. Acostúmbrate a ver
un momento el cielo cada mañana, y de pronto serás consciente del aire que te
rodea, el olor de la frescura de la mañana que se te concede entre el sueño y
el trabajo. Encontrarás todos los días que el tejado de cada casa tiene su propia
apariencia y su propia luz. Pon atención y pasarás el resto del día con una
satisfacción reminiscente y un sentimiento de coexistencia con la naturaleza.
Gradualmente y sin esfuerzo, el ojo se entrena a sí mismo para poder transmitir
numerosos y pequeños placeres, a contemplar la naturaleza y las calles de la
ciudad, a apreciar la inagotable diversión de la vida cotidiana. Esto es, para
el ojo entrenado artísticamente, solamente el inicio del viaje; lo principal es
el comienzo, el acto de abrir los ojos”.
Herman Hesse
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