lunes, 30 de diciembre de 2019

PERSONAS ALTAMENTE SENSIBLES CON INTELIGENCIA EMOCIONAL


Para una persona PAS, vivir se convierte en un acto de equilibrio entre lo que ocurre dentro y fuera de uno mismo. Una persona altamente sensible con una buena inteligencia emocional tiene muchas cualidades:
– Tiene mayor capacidad de afrontamiento en todas las situaciones.
– Es consciente de cómo se encuentra en cada momento y sabe qué necesita para regularse en caso de perder su equilibrio mental o emocional.
– Se siente con la libertad de expresar correctamente su sensibilidad sin llamar la atención ni perturbar a los de alrededor.
– Puede poner límites a los demás sin sentirse culpable por ello.
– Tiene más confianza en sí mismo.
– Hace un uso correcto de la empatía, teniendo un control de lo que siente, sabiendo discernir entre las percepciones propias y las de los demás.
– Acepta su condición de PAS.
– Pone su sensibilidad al servicio de su creatividad.
– Hace de su vida una experiencia con sentido.
– Ayuda a los demás solo cuando sea el momento de hacerlo, sin perder en ningún momento el equilibrio personal.
– Si es el jefe de una empresa, gracias a su empatía sabe lo que necesitan sus empleados o sus clientes, por lo podrá ofrecer mejores servicios y satisfacer mejor a la demanda.
– Disfruta de trabajar en equipo e incluso de favorecer la unión entre los miembros que lo forman.
– Tiene relaciones duraderas en el tiempo y de calidad.
– Respeta a los demás y ve con naturalidad sus comportamientos y reacciones aunque sean contrarios a como ella lo haría.
– Tiene conciencia de qué estímulos favorecen su equilibrio interno y cuáles lo perjudican.
– Sabe parar la corriente de pensamientos antes de verse atrapado en una reflexión sin fin.
– Tiene facilidad para salir de la zona de confort y aprender cosas nuevas.
Y podría seguir con más y más beneficios, porque entrenarse en inteligencia emocional es de las mejores opciones que tenemos los seres humanos. Y en el caso de las personas altamente sensibles se convierte en algo vital.
Resumen de un artículo de David G Alcaraz, coach y pas

miércoles, 4 de diciembre de 2019

PARA LOS NO-PAS


Las PAS son personas extremadamente intuitivas que lo sienten todo mucho antes y con más intensidad que los demás. Esta extremada sensibilidad  suele hacer de estas personas bastante críticas, puesto que los efectos también son mayores.
Los ruidos, los olores o la forma de actuar de los demás suelen ser un punto clave para las personas altamente sensibles. Además, como son plenamente conscientes de esa sensibilidad extrema, suelen estar incómodos y reaccionar en cuanto notan el primer cambio. Muchas veces, su reacción puede parecer exagerada para los demás y no es raro que empeore con el paso del tiempo.
Un problema que suele presentarse con las PAS es que no son comprendidas y pasan por ariscas y malhumoradas. La gente no suele entender el motivo de su reacción ni consideran adecuada su intensidad, acusándolas muy a menudo de quejica, cosa que empeora la situación y crea un ambiente incómodo y desagradable.

El respeto es la  clave para tratar con personas altamente sensibles. No entender la forma de reaccionar o de vivir los estímulos de otro, no es razón para enfadarse o marginarle. Tampoco es razón para burlarse o para buscar la manera de hacerles reaccionar violentamente.
Si vives o pasas mucho tiempo con una persona intensamente sensible y sus reacciones vienen cargadas de mal humor o actitud negativa, tal vez deberías preguntarte en qué medida provocas tú esas reacciones y qué puedes hacer para favorecer reacciones más adecuadas. El otro no tiene la culpa de ser tan sensible, igual que tú no puedes evitar sentir dolor y alejarte bruscamente cuando una llama se acerca tu piel o un aguja te pincha un dedo. En todos los casos, respetar la forma de sentir y de recibir los estímulos de las personas tan sensibles es la clave para tratar con ellas y favorecer una relación saludable y un clima agradable para todos, aunque aplicar este principio del respeto puede no ser fácil siempre, sobre todo porque las personas altamente sensibles suelen estar acostumbradas a no ser tratadas adecuadamente. Esto supone que pueden estar predispuestas o hacerse cada vez más sensibles ante la falta de comprensión de la gente de su entorno.
Los siguientes consejos te ayudarán a tratar y también a cuidar a esas personas altamente sensibles que pueden sufrir ante hechos o situaciones que  no sólo no entiendas, sino que puede que ni imagines.

Habla en voz baja y evita los ruidos

Con el ruido y el volumen alto se invade el espacio personal y creamos un clima propenso al mal humor y a reacciones bruscas en el que el diálogo y la empatía dejan de ser una opción; muchas veces no somos conscientes de lo que les puede alterar el volumen al hablar, o el ruido de los aparatos encendidos.
Cuando el volumen o el ruido nos molesta, no somos capaces de pensar con claridad y las emociones empiezan dominar nuestra mente racional. Nos pasa a todos, la diferencia es que una persona con tan alta sensibilidad, acusa antes el estímulo y se irrita con más intensidad, con lo que su reacción puede resultar  exagerada.

No le consideres un quejicaSi hay una cosa que molesta a las personas hipersensibles es que los acusen de ser unos quejicas. Ellos reaccionan igual que tú cuando algo les molesta. No pienses en lo que el otro se queja, sino en lo que puedes hacer tú para no irritarlo o cómo puedes conseguir que el entorno no le afecte tanto.

Pídele que te informe de lo que le molesta

Uno de los problemas de tratar con gente altamente sensible es saber qué es lo que le molesta y hasta qué punto le afecta. Muéstrate comprensivo y  pídele de buenas maneras que te explique qué es lo que le molesta. Es más, pregúntale también que puedes hacer para evitarlo si el modo de hacerlo no te parece obvio. Una vez que ya lo sabes,  debes recordarlo y saber anticiparte, no necesites que cada vez tenga que explicártelo, recuerda que una Pas estresada es hipersensible y su reacción será cada vez más desmesurada, muy a su pesar.
Las PAS  también deben saber que no percibes las cosas igual, pero que tienes interés por no  molestarle, que lo que haces, lo haces sin ser consciente de que le molesta.

Respeta su tiempo y su espacio

Las personas nos adaptamos al entorno. Es una regla básica de la supervivencia. Pero no todos los hacemos igual. Las personas muy sensibles también desarrollan su propia forma de adaptarse a las circunstancias. Y, como le ocurre a cualquier persona, unas lo hacen de una forma y otros de otra, no siendo todas igual de eficaces.
En cualquier caso, las PAS desarrollan su propia forma de adaptación y muchas ponen de su parte para hacer que su vida sea fluida y agradable. Pero necesitan su tiempo y su espacio. Sus estrategias pueden requerir altas dosis de concentración, alejarse un poco de la multitud durante un rato o mantener cierta distancia. Respétalo y será más fácil.

Resumen de un texto de

Eva Maria Rodríguez Profesora y escritora

jueves, 21 de noviembre de 2019

HE APRENDIDO

Cada  peldaño que he subido en esta vida, me ha costado media vida de la mía y parecía que como si me  rompiera, pero sólo lo parecía…en realidad...
“He aprendido a no dejarme llevar por las impresiones a primera vista o impresionarme por el “traje” de la gente, a no importarme lo que piensen por como yo pienso, a no pretender ser fuerte cuando me siento débil o fingir ser feliz cuando me aprisiona el corazón. Me rio cuando me apetece y lloro cuando lo siento así. En esta sociedad llena de falsas apariencias hace falta más delicadeza, porque todos somos iguales, todos sentimos lo mismo, igual en diferentes momentos pero al fin y al cabo son los mismos sentimientos. También en esta fase he aprendido a escuchar, no escuchar las palabras que salen de la boca de alguien, sino a escuchar de verdad…a ir más allá del sonido de las palabras. He aprendido a respetar y a ser tolerante con cada persona que he conocido, gente de todo tipo, gente que usa la manipulación para llegar a su objetivo egoísta y malicioso, gente que quiere hacer algo por los demás pero no lo hace porque siempre se queda esperando la oportunidad, gente valiente que lucha contra cosas terribles, que te hace que te replantees tu vida, gente maravillosa que  no importa si está cerca o lejos, lo sientes y su presencia te hace sentir bien…muy bien. Otra cosa que he aprendido es que con la cara lavada también soy guapa y que no necesito maquillarme ni ponerme tanta mierda en la cara para “ser” “más”…más que quién? Si yo no compito con nadie, no pretendo superar a nadie excepto a mí misma en ciertas ocasiones y cuando yo lo considere necesario para mi crecimiento personal y/o espiritual.
A no dejarme vencer, a no dejar que una tormenta apague la llama…Y también he aprendido, (esto más bien ha sido un aprendizaje de última hora) que nunca se deja de aprender, no importa que tenga 21, 38,56 o 89…el aprendizaje es eterno, va más allá de lo tangible.”

Leído por ahí.

lunes, 21 de octubre de 2019

SOBRE LA VERGÜENZA

Por la   Dra. Elaine Aron, investigadora  y descubridora de la Alta Sensibilidad
«La vergüenza es una emoción dolorosa, al igual que el miedo o la tristeza. Pero quizá la vergüenza sea la más dolorosa de ellas porque se registra en el cerebro como un dolor físico severo. La vergüenza es una emoción social, al igual que el miedo social, la culpa o el orgullo. Las emociones sociales solamente se pueden sentir cuando estamos rodeados de gente o al menos lo estamos en nuestros pensamientos.
Cada emoción provoca expresiones faciales y movimientos característicos del cuerpo. Se puede deducir que alguien está sintiendo vergüenza cuando quiere esconderse, desaparecer, incluso morirse, en un  "tierra trágame". En esos momentos la persona se percibe a sí misma como alguien horrible. El avergonzado baja la cabeza y no puede mirar directamente a los ojos porque siente que no vale nada. Incluso si quisiera disimularlo no podría, puesto que el rubor facial lo delata. La vergüenza causa la sensación de que somos insoportablemente defectuosos y ello provoca automáticamente una bajada en la autoestima. Sentimos la derrota. Nos sentimos humillados. Aceptamos nuestro rango inferior y permanecemos allí, contentándonos con no ser rechazados. Es tan dolorosa que después de la infancia no suele ser necesario que nadie nos la haga sentir, ya que nosotros mismos nos la infligimos ante la expectativa de que nos pillen en falta.
El sentimiento de culpa, sin embargo, es más leve, más suave, porque con ella uno siente que ha hecho algo malo, no que uno es intrínsecamente malo. Con la culpa uno sabe que puede arreglarlo o tener la esperanza de ser perdonado, y aunque ello no suceda, la culpa no tiene un sentido tan irrevocable y rotundo como la vergüenza.
Estoy convencida de que las personas altamente sensibles somos más propensas a la vergüenza porque sentimos las emociones más intensamente. El rasgo que nos motiva a ser más cautos y a observar antes de actuar es el que nos hace ser más sensibles a la vergüenza. Estamos más atentos a todo lo que podría causarla en nosotros e inhibimos cualquier impulso que pudiera desembocar en ella.
Las personas altamente sensibles también se han podido ver más afectadas por una educación imperfecta durante la infancia, en la que el niño fue sometido por medio de la vergüenza, en lugar de aprender a distinguirla de la culpa. Una misma circunstancia pudo provocar el sentimiento de culpa en un niño, mientras que en el caso de uno altamente sensible pudo causar vergüenza, especialmente si los padres reaccionaron sin mucho cuidado. Los niños también sienten vergüenza cuando no se les atiende debidamente, se les deja solos demasiado tiempo o sencillamente no se sienten queridos. Puede no ser lógico pero lo cierto es que en estos casos, sentir vergüenza, sentir el dolor que dicha vergüenza provoca, motiva a los niños a esforzarse para lograr el cariño y el cuidado que necesitan.
Las personas altamente sensibles utilizamos autoprotecciones como culpar a los demás, minimizar nuestra responsabilidad, etcétera, pero sobre todo, lo que hacemos es adaptarnos a lo que es normal en el grupo para de este modo ser aceptados y alejar la posibilidad de sentir vergüenza. Tratamos de ser perfectos, no cometer errores, siempre somos generosos. Nos esforzamos más de lo que correspondería, para triunfar o para que al menos nadie pueda decir que no lo hemos intentando. Pero este comportamiento a menudo conduce a vidas demasiado restringidas. Dejamos de ser espontáneos y no nos arriesgamos en las relaciones. No alcanzamos a hacer cosas que quizá nos harían felices, pero así, al menos, evitamos la vergüenza...
Casi todos los consejos que se dan sobre cómo superar los problemas y vivir mejor tratan en el fondo de superar el miedo a la vergüenza. Te dicen: "empodérate", "conquista tus miedos", "quiérete más", "aumenta tu autoestima", "supera la timidez". Y cuando no lo conseguimos, ¿sabes lo que sucede? Que sentimos vergüenza. 
El fondo del problema no suele ser considerado y entenderlo puede que sea un buen modo de comenzar a tratar los problemas de sentir una vergüenza innecesaria. Se trata de buscar el origen de esas vergüenzas porque a menudo siguen acompañándonos durante toda la vida. ¿En qué circunstancias la sentimos más intensamente y quién nos la hace sentir? Considerar cómo hemos organizado nuestra vida para evitar hacer ciertas cosas. Qué partes de nosotros han sido desconectadas. ¿Tu parte animal? ¿Tu parte creativa? ¿La parte de ti que sabe qué es lo que necesitas para ser feliz? ¿La parte que cuida de tu dignidad como persona?

En cualquier caso es interesante volvernos más conscientes sobre la vergüenza y lo poco razonable que es a menudo, o lo condicionada que está por una cultura que quiere algo de nosotros. Quizá al envejecer y hacernos más sabios podamos dar a la sociedad, a los grupos de los que formamos parte y a aquellos críticos de nuestro pasado que aún siguen con nosotros, buena parte de lo que nos piden pero sin sacrificar completamente nuestra alma y nuestra vida.»

sábado, 21 de septiembre de 2019

MIENTRAS YO SEPA QUIÉN SOY, NO TENGO NADA QUE DEMOSTRAR

 
La necesidad  de  conseguir aceptación, es una fuente importante de estrés.
 Si analizamos durante un momento este aspecto, nos daremos cuenta de que lo practicamos con
 demasiada  frecuencia  para demostrar que queremos a nuestra familia o amigos y acabamos haciendo
 cosas que no nos apetecen o que no deseamos.
 Ahora bien, queda claro que para convivir, en ocasiones, no tenemos más remedio que llevar a cabo
 acciones  con las cuales fortalecer el vínculo o, sencillamente, cumplir con la propia sociedad. No
 obstante, siempre hay un límite, que son los valores propios y, sobre todo, la dignidad personal. Cuando
 nos  alejamos de estos puntos y nos vemos obligados a demostrar cosas que no son auténticas, corremos
 el riesgo de sufrir una crisis de identidad o una depresión.
 Demostrar autenticidad es una forma de libertad y de bienestar.

 Un “NO” supone en ocasiones temer hacer daño a alguien, o aún más, decepcionar a una persona que
 queremos. A pesar de ello, esta palabra es esa llave capaz de abrirnos infinitas puertas y oportunidades.
 Porque un “NO” a tiempo es un “SÍ” en el instante más adecuado.  Un “NO” en el momento justo, aunque
 nos   cueste y sea algo muy duro, es darnos una oportunidad  para  empezar de nuevo y dejar de hacernos
 daño.
 Sin embargo, en caso de continuar con ello, lo que estaremos haciendo será alejarnos de nosotros mismos
 y caer  cautivos del  sufrimiento inútil. La valentía de demostrar quiénes somos  y  lo que deseamos,
 demostrar   quiénes somos y lo que queremos, es una técnica de supervivencia muy necesaria. Es como
 marcar un territorio,  ahí donde los demás deben saber hasta dónde pueden llegar y qué es lo que se van
 a   encontrar  en caso de sobrepasar esas líneas.

 Las personas que no llegan nunca a marcar límites, dejan paso para que los demás sobrepasen esas
 líneas pidiendo un poco más, esperando que siempre estén a su disposición sin respetar  siquiera sus
 derechos  o necesidades. La indecisión, la  inseguridad y una baja autoestima nos aboca a una continua
 búsqueda de aceptación exterior con la cual sentirnos bien  no es lo adecuado. Quien busca la aprobación
 de los demás cae en una espiral de infelicidad muy peligrosa. Son esas personas que buscan agradar o
 complacer siempre a sus parejas  o incapaces de dar una negativa a la familia, aunque ello vaya en contra
 de sus  principios, porque temen por encima de todo decepcionar “porque solo así se sienten bien”.

 Lejos de ver este tema como una especie de acto egoísta que nos aísle del mundo, hemos de verlo
 como “una celebración de nosotros mismos”. En el momento en que tenemos claro lo que somos,
 lo que   queremos y lo que no estamos dispuestos a  permitir, aparece una adecuada tranquilidad interior,
 y nos   relacionamos mucho mejor. Además, somos plenamente conscientes de que también los demás
 tienen   todo   el derecho a ser auténticos, espontáneos  y  a mostrarse ante nosotros con sinceridad  y
 sin   falsedades.
 Nadie debe sentirse obligado a aparentar algo que no es. Sé quién soy  y me siento libre. 
 Podríamos decir que la vida es, ante todo, un reencuentro con nosotros mismos donde, una vez que
 alcanzamos  esa “conexión interior”, podemos ser capaces de establecer relaciones más satisfactorias
 con  los demás.   Es entonces cuando nos encontramos los unos a los otros en libertad, siendo
 conscientes   de los derechos de cada uno, de la magia de construir proyectos en común sintiéndonos
 libres pero   intensamente unidos a la vez.  No es algo fácil de llevar a cabo, no hay duda; por ello vale
 la pena ir poco  a poco, y llegar a  ese punto donde encontrar un adecuado equilibrio en el que dejar de
 aparentar cosas   que no somos  o no sentimos.

  Así que hay que dejar muy claro desde el inicio, cuáles son nuestros valores y qué es lo que estamos
 dispuestos  a    soportar y qué no, es una información muy necesaria para quienes nos rodean. Facilita
 las   cosas y, por   supuesto, la convivencia.  

 La valentía de decir “no” es siempre un acto de liberación que merece la pena practicar más   a menudo.

Extraído de mejorconsalud.com 


lunes, 27 de mayo de 2019

CINCO COSAS QUE HACEN A UN HOMBRE SENSIBLE


“Los hombres no lloran”, “Eso es de niñas”, “Hasta pareces vieja”... y otras tantas frases son las que tenemos arraigadas erróneamente como sociedad, una en la que en pleno siglo XXI se sigue viendo mal que un hombre llore en público porque eso significa “ser débil”, que muestre sentimientos y sobre todo se le sigue exigiendo salir al mundo con un caparazón hecho de agresividad, garra e imposición de género. A lo largo de la historia, los hombres adquirieron una identidad propia en la que el respeto se generaba potencialmente a través de su sexualidad y el dinero que acumulaban era símbolo de poder, tomando en cuenta también ciertas características físicas. Sin embargo, independientemente de nuestros órganos externos y orientaciones sexuales, todos tenemos diferentes grados de energía masculina y femenina.Si las barreras sexuales y de género son cada vez más tenues, ¿por qué seguimos pensando que un hombre deja de ser “fuerte” por ser compasivo y sensible? ¿los hombres que reconocen sus sentimientos son las nuevas mujeres de esta era?
Carl Jung, fue clave para los primeros estudios del psicoanálisis era consciente de las diferencias entre la energía masculina y femenina, así que las dividió en Ánima y Ánimus; básicamente, el Ánima representa el lado femenino de la psique del varón y el Ánimus es la parte masculina de la psique femenina. Hoy, sabemos que no tiene nada de extraño o “malo” que un hombre le de más valor a su condición al abrazar su sensibilidad, pues cuando esa habilidad se acompaña de inteligencia puede incluso convertirse en sabiduría.
Estas son algunas lecciones vitales que un hombre sensible le puede dar al mundo:
1 La sensibilidad ayuda a crear conexiones más profundas: Cuando un hombre es capaz de transformar su inseguridad en empoderamiento, puede crear conexiones más profundas con los demás. Por ejemplo, el tener la capacidad de relacionarse con desconocidos más allá de un simple intercambio de información, puede asegurar que el recuerdo de su persona quede grabado con facilidad en la memoria de otros.
2 La sensibilidad alienta a la madurez emocional:Una de las mayores batallas en las relaciones personales, es que los hombres no muestran sus sentimientos y no saben hacer un equilibrio de fortaleza, así que ese distanciamiento emocional los hace ver como si no estuvieran dispuestos a establecer un compromiso. Tomen en cuenta que dar amor, mostrar amor y recibir amor libremente es una característica increíblemente atractiva.
3 Ser sensible te hace más consciente de tu cuerpo: La conciencia sensual no se limita a las relaciones sexuales, se extiende a todo el cuerpo. Cuando es mayor la receptividad corporal y sensitiva se aprende más de sí mismo, lo que provoca automáticamente bienestar físico.
El comer saludablemente para estar y verte sano, va directamente relacionado al Ánima y además sirve como una extensión para amplificar los sentidos empáticos con quien te rodea.
4 La sensibilidad permite ser más creativo:La creatividad no es el resultado de la deducción lógica empírica aunque esta habilidad nace en el lado derecho del cerebro. Para ser un pintor, escritor, músico, actor, fotógrafo, etc. se requiere una apreciación especial hacia la belleza y las emociones.
5 Ser sensible ayuda a crecer espiritualmente: Jesús, Buda, el Dalai Lama, Mahatma Gandhi y Martin Luther King tienen algo en común más allá de lo obvio: la capacidad de decir la verdad y cuestionar la moral cultural, la virtud y la justicia y fue gracias a la capacidad empática que tenían al sensibilizar a masas con sus mensajes e ideales. Ignorar los sentimientos no hace que desaparezcan; el ignorarlos solamente agrava cualquier situación y con el tiempo, esos hombres que se niegan a mostrarse tal y como son, se convierten en seres aislados y deprimido debido a su tendencia de evitar y limitar su contacto social para no mostrarse vulnerables.
¿Cómo aceptar la sensibilidad? quitándose los estándares de "macho" que les han enseñado, la sensibilidad es un don, no una debilidad. Para ser más empático y ser capaz de apreciar el arte, la música y la belleza, es prácticamente un don.