Nuestra
independencia emocional depende de aprender a ser felices por nosotros mismos.
Esta es la conquista más difícil y la más necesaria.
Amarse a uno mismo no tiene nada que ver con sentimentalismos ni
cursilerías. Se trata de un asunto bastante más serio. Al hablar de amor, nos
referimos a los pensamientos, palabras, actitudes y comportamientos que nos
profesamos a nosotros mismos. Así, amarnos es sinónimo de escucharnos,
atendernos, aceptarnos, respetarnos, valorarnos y, en definitiva, ser amables
con nosotros en cada momento y frente a cualquier situación. El primer paso
para amarnos consiste en conocernos, comprendiendo cómo funcionamos para
diferenciar lo que deseamos de lo que verdaderamente necesitamos para ser
felices. Y aunque en un primer momento lo parezca, este proceso de autoconocimiento
no es un fin en sí mismo. Es el medio que nos permite adueñarnos de nuestra
mente, superando a través de la aceptación y el amor nuestros miedos, complejos
y frustraciones. Emocionalmente hablando, solo podemos compartir con los demás
aquello que primero hemos cultivado en nuestro corazón. Si no aprendemos a ser
felices de forma autónoma e independiente, es imposible que podamos ser
cómplices de la felicidad de las personas que nos rodean. No en vano, al vivir
tiranizados por nuestras carencias, nos relacionamos desde la escasez,
pendientes de que los demás nos den eso que no hemos sabido darnos. Por el
contrario, al conectar con nuestra fuente interna de bienestar y dicha,
entramos en la vida de los demás desde la abundancia, ofreciéndoles lo mejor de
nosotros sin necesitar ni esperar nada a cambio.
ILUMINAR NUESTRA SOMBRA
Por más buenos que creamos ser, todos funcionamos mediante creencias,
motivaciones, aspiraciones, deseos, actitudes y conductas egocéntricas, muchas
de las cuales no queremos ver ni reconocer. Por eso, cuando alguien señala
nuestros defectos y debilidades solemos ponernos a la defensiva. Más allá de
esta reacción infantil, la madurez emocional pasa por comprender y aceptar
nuestro lado oscuro, al que los psicólogos denominan "sombra".
Paradójicamente, así es como podemos trascenderlo, dejando de proyectar nuestros
conflictos internos sobre los demás y sobre el mundo que nos rodea. Amarse a
uno mismo también consiste en sanar las heridas emocionales derivadas de
nuestros conflictos internos. Dado que somos especialistas en huir del dolor,
al llegar a la edad adulta solemos tapar y protegernos de dichas heridas tras
una máscara del agrado de los demás. Y de tanto llevarla puesta, corremos el
riesgo de olvidarnos quiénes éramos antes de ponérnosla. Así, para poder ir
pelando las capas de la cebolla que nos separan de nuestra verdadera esencia,
es muy recomendable adentrarnos en la meditación.
No en vano, el silencio y la soledad permiten que aflore nuestra verdad.
Basta con que de vez en cuando dediquemos un rato a estar solos, sin ruidos ni
distracciones, observando todas aquellas sensaciones que vayan brotando en
nuestro interior, por muy molestas y desagradables que sean. Esta incomodidad
-a la que solemos etiquetar como "aburrimiento"- pone de manifiesto
que no estamos conectados con nuestro corazón. Y en vez de evitar a toda costa
entrar en contacto con nuestro malestar, el aprendizaje consiste en armarnos de
valentía para traspasar esta cortina de dolor a través de la aceptación. De
hecho, solo cuando lo canalizamos de forma consciente y constructiva podemos liberarnos
de su presencia.
DEJAR DE AUTO PERTURBARNOS
Cuando tomamos el compromiso de amarnos, lo que en verdad estamos asumiendo
es la responsabilidad de crear en nuestro interior los resultados de bienestar
que antes solíamos delegar en factores externos. Y esto pasa por cuidar nuestro
cuerpo y nuestra alimentación. También por encontrar un sano equilibrio entre
la actividad, el descanso y la relajación, incluso por elegir con quién nos
relacionamos y a qué nos dedicamos profesionalmente. El síntoma más evidente de
que estamos cultivando el amor hacia nosotros mismos es un aumento notable de
nuestra energía vital, lo que mejora nuestra salud física y emocional.
Además, al llevar un estilo de vida coherente y equilibrado, podemos enfrentarnos al mayor reto de todos:
recuperar el control sobre nuestra mente. Solo así podemos nutrir y reforzar
nuestra autoestima, al tiempo que comenzamos a aceptarnos y amarnos por la
persona que somos.
Al adueñarnos de nuestros pensamientos nos convertimos en los creadores de
nuestra experiencia interior, de nuestras emociones, sentimientos y estados de
ánimo y así nos convertimos en los amos de nuestro destino. Se sabe que nos
amamos cuando ningún comentario, hecho o situación provoca que reaccionemos
mecánica e instintivamente.
BORJA VILASECA, escritor y conferenciante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario